lunes, 22 de febrero de 2021

TURISMO Y COVID; ESPACIOS, VACUNAS Y NUEVOS HABITOS

 


Desde hace varias décadas, se puede afirmar sin temor a equivocarse, que el desarrollo turístico se ha cimentado sobre unas débiles estructuras además de llegar a ser subestimado y señalado como “la raíz de muchos de nuestros males”, cuando éstos, no se deben al sector en sí, sino y se reitera, a su debilidad estructural, lo que le ha impedido implicarse en otros procesos propios de su naturaleza multidisciplinar.  

Con la llegada del Covid, esta situación se acentúa hasta llamar poderosamente la atención. Y es que debido al factor prioritario que representa la salud de las personas; su tejido empresarial se ve obligado a funcionar en precario y, sin que se vislumbre solución alguna que contrarreste esta situación.   

Si se profundiza, se verá que el turismo y la hostelería por si mismos no generan contagios, pero se entiende que, al estar vinculados al ocio y el esparcimiento, hace que surja un cierto relajo en el comportamiento de las personas con la consiguiente ahora sí, transmisión del virus. 

Por lo tanto, nos encontramos con un sector que, aun cumpliendo todos los requisitos higiénicos sanitarios, ve que no son suficientes para seguir desempeñando su labor diaria. Lo que indica que su suerte no solamente está ligada a sus procesos internos, sino que su entorno y clima social, se convierten en elementos determinantes para su estabilidad.  

En ese sentido, la pandemia obliga a definir con suma urgencia, no sólo los aspectos financieros vinculados a sus empresas y pymes, sino que el sector debería revisar su actitud e implicación sobre los espacios públicos, sobre la calle.

Aspectos tan dispares como unos nuevos perfiles de servicios públicos, de empleo, las nuevas medidas de seguridad social y sectorial, unas garantías de desarrollo diferentes, la nueva regulación y armonización de ciertos lugares y negocios, la aparición de espacios alternativos, la sostenibilidad relacional de entornos y personas y la innovación tecnológica como base de adaptación permanente; deberían de estar presentes en las agendas del sector a través de todo un conjunto de acciones orquestadas.   

Y es que, pese a la llegada de la vacuna y su subidón entre una ciudadanía exhausta, es posible que muchos de los nuevos hábitos hayan venido para quedarse, y que probablemente se tienda “a relacionarnos y viajar de la misma manera, pero diferente”.

Nuevos hábitos que seguirán valorando la cercanía, pero a ser posible con “más distancia”, lo que incidirá en los aforos y oxigenación de los espacios, se seguirá reconociendo el elemento emocional de los destinos siempre que profundicen en mi yo como persona – turista, la comunicación tenderá a ser más auténtica siempre que, tengan la capacidad de informar sobre las nuevas medidas de seguridad. En definitiva, se irá imponiendo una nueva empatía turística y relacional donde al consabido componente ocioso, se incorporen y citen los procesos que lo garanticen.

Nuevos hábitos y compromisos que superen las predicciones acomodadas y basadas en los viejos modelos ya que, pueden estar cargadas de excesivo optimismo, lo que nos obliga a reforzar la confianza que, durante muchos años, han ido depositando mercados y clientes en nuestros intereses.

Pensemos que toda esta crisis en la parcela turística no es espontánea, sino que, en gran medida se asienta en su frágil interpretación interna y su consiguiente descolocación. Motivos que han hecho que el sector se sienta marginado, aunque su aportación a la riqueza y empleo hayan sido notables.   

Esperemos y deseamos que, durante la llegada y distribución de las ayudas extraordinarias, se encuentre en la mejor posición posible y sepa discernir, entre las necesidades de las grandes empresas y de las pymes, su papel en el tiempo de las post vacunas y su relación con el entorno. Momento decisivo, donde esperamos estar bien ubicados. Pues eso…


martes, 30 de agosto de 2016

La violencia internacional sigue repercutiendo en el sector turístico.






En momentos como éste, con un aumento considerable de acciones violentas y de alta repercusión internacional, los destinos turísticos se ven obligados a transmitir e informar sobre su seguridad, aunque no deseen hacerlo y no se vean afectados directamente por esa violencia; todo ello, con el objetivo de mejorar su imagen externa  e intentar contrarrestar, si se da el caso, cualquier atisbo de inseguridad interna.
El hecho de tener que divulgar las propiedades y virtudes de seguridad por parte de los  destinos turísticos internacionales, impensable hace muy poco tiempo, está poniendo sobre el tapete la necesidad de tener que utilizar argumentos de seguridad para promover, fortalecer y garantizar la credibilidad deseada.
En este sentido, la seguridad está pasando de ser un término residual, utilizado solamente en momentos muy críticos y de clara conveniencia, a ser utilizado habitualmente, como un activo de primera magnitud.
Y es que hasta la fecha, cualquier curioso o potencial turista ha podido detectar que la divulgación de todo conjunto de bondades turísticas, que “existir existen”, ha permitido a los destinos paliar y maquillar ciertas carencias estructurales, entre ellas, los relativas a la seguridad del sector.    
En este sentido, países con buenas dotaciones en infraestructuras, equipamientos y servicios y con una sólida presencia en los mercados emisores, en su fuero interno y aunque no lo expresen; son conscientes en mayor o menor medida de la necesidad de mejora de sus respectivos procesos de seguridad turística. Y es que no se explica que sigan soportando, discreta y paralelamente, desajustes de tipo territorial, de falta de conectividad, de la dificultad en reorientar el servicio en momentos críticos, de los frenos y carencias a la hora del manejo integral de esos momentos y de su comunicación correspondiente.   
La interdependencia que existe entre país/ciudad y destino turístico, y que se ve reflejada en varios apartados, parece que todavía no ha tenido en cuenta al componente de la seguridad sectorial. Y es que se ha de ser consciente que ser competitivos en un sector tan singular y atomizado como el turístico conlleva la puesta en marcha de procesos con alta especialización y singularidad.
Así como un esmerado y cuidado cultivo de viñedos y su correspondiente producción de la uva, facilitan la posterior elaboración de los caldos, pero sin garantizar la calidad final de los  mismos; los países y destinos con altas prestaciones y hasta catalogados como seguros, facilitan la seguridad sectorial pero no la pueden garantizar en su totalidad. En ambos casos, es y será necesario desarrollar procesos finalistas muy concretos y específicos.
Por todo lo expuesto considero que, en breve espacio de tiempo, las campañas ingeniosas e imaginativas de promoción y el conjunto de encuestas y rankings existentes en el mercado, tenderán a utilizar con mayor asiduidad “el factor de la seguridad” para que sus representados y ellos mismos, vayan ganando en rigor y credibilidad.
Pero deberá de ser un “factor de seguridad” que supere la pura retórica para convertirse en espejo de lo que realmente se está desarrollando a nivel de destino sino, volveremos al intento de paliar y maquillar realidades y situaciones negativas que nos seguirán superando.

En definitiva, “informar de lo que existe o se hace” en vez de “informar para contrarrestar lo que no existe o no se hace”

La violencia internacional sigue repercutiendo en el sector turístico.





En momentos como éste, con un aumento considerable de acciones violentas y de alta repercusión internacional, los destinos turísticos se ven obligados a transmitir e informar sobre su seguridad, aunque no deseen hacerlo y no se vean afectados directamente por esa violencia; todo ello, con el objetivo de mejorar su imagen externa  e intentar contrarrestar, si se da el caso, cualquier atisbo de inseguridad interna.
El hecho de tener que divulgar las propiedades y virtudes de seguridad por parte de los  destinos turísticos internacionales, impensable hace muy poco tiempo, está poniendo sobre el tapete la necesidad de tener que utilizar argumentos de seguridad para promover, fortalecer y garantizar la credibilidad deseada.
En este sentido, la seguridad está pasando de ser un término residual, utilizado solamente en momentos muy críticos y de clara conveniencia, a ser utilizado habitualmente, como un activo de primera magnitud.
Y es que hasta la fecha, cualquier curioso o potencial turista ha podido detectar que la divulgación de todo conjunto de bondades turísticas, que “existir existen”, ha permitido a los destinos paliar y maquillar ciertas carencias estructurales, entre ellas, los relativas a la seguridad del sector.    
En este sentido, países con buenas dotaciones en infraestructuras, equipamientos y servicios y con una sólida presencia en los mercados emisores, en su fuero interno y aunque no lo expresen; son conscientes en mayor o menor medida de la necesidad de mejora de sus respectivos procesos de seguridad turística. Y es que no se explica que sigan soportando, discreta y paralelamente, desajustes de tipo territorial, de falta de conectividad, de la dificultad en reorientar el servicio en momentos críticos, de los frenos y carencias a la hora del manejo integral de esos momentos y de su comunicación correspondiente.   
La interdependencia que existe entre país/ciudad y destino turístico, y que se ve reflejada en varios apartados, parece que todavía no ha tenido en cuenta al componente de la seguridad sectorial. Y es que se ha de ser consciente que ser competitivos en un sector tan singular y atomizado como el turístico conlleva la puesta en marcha de procesos con alta especialización y singularidad.
Así como un esmerado y cuidado cultivo de viñedos y su correspondiente producción de la uva, facilitan la posterior elaboración de los caldos, pero sin garantizar la calidad final de los  mismos; los países y destinos con altas prestaciones y hasta catalogados como seguros, facilitan la seguridad sectorial pero no la pueden garantizar en su totalidad. En ambos casos, es y será necesario desarrollar procesos finalistas muy concretos y específicos.
Por todo lo expuesto considero que, en breve espacio de tiempo, las campañas ingeniosas e imaginativas de promoción y el conjunto de encuestas y rankings existentes en el mercado, tenderán a utilizar con mayor asiduidad “el factor de la seguridad” para que sus representados y ellos mismos, vayan ganando en rigor y credibilidad.
Pero deberá de ser un “factor de seguridad” que supere la pura retórica para convertirse en espejo de lo que realmente se está desarrollando a nivel de destino sino, volveremos al intento de paliar y maquillar realidades y situaciones negativas que nos seguirán superando.
En definitiva, “informar de lo que existe o se hace” en vez de “informar para contrarrestar lo que no existe o no se hace”